Como tantas otras familias, estábamos el sábado por la noche buscando qué película ver. No encontrábamos nada que nos pusiera de acuerdo. Mi mujer, un poquito harta, exclamó, ¿pero es que solo hacen películas de superhéroes o qué? Y eso me dio qué pensar. Porque es verdad y porque, seguramente, lo necesitamos. De alguna manera la industria reconoce nuestra voluntad. Y es que en estos tiempos que corren vamos a tener que acceder a esa magia y energía que habita en nuestros corazones para, así, vivir una vida acorde a nuestro propósito. Y en eso, los héroes nos van a ayudar. Siempre lo han hecho. Desde nuestra infancia nos han inspirado. Se crece imitando, tratando de ser. Así, siguiendo el ejemplo primero e incorporándolo después, es como nacen las vocaciones. ¡Esa es la función del heroísmo! Dar alas a nuestros sueños.
Necesitamos a los héroes porque despiertan nuestra heroicidad y, además, desde el amor, como apuntó Platón, en Crátilo, cuando Sócrates señala lo cerca que están las palabras héroe y Eros. Esto se debe a que los héroes y heroínas nacen o bien por el amor de un dios por una mortal o al revés. ¿No es esta una perfecta metáfora para darnos cuenta de esa doble naturaleza que poseemos? La humana y la divina. La limitada y la que consigue lo imposible. Podemos diseñar ese héroe, esa heroína. Piensa en tus héroes de la infancia. ¿Cómo eran? ¿Qué te proporcionaron? ¿Qué te gustaría recuperar? Y, hoy, ¿quiénes son tus héroes o heroínas? ¿De qué están hechos? Admiramos a unos héroes específicos, porque buscamos imitar cosas distintas, necesitamos cosas diferentes. La admiración nos define. Nos ayuda a desbloquear el acceso a nuestra magia y energía. Así se cierra el círculo y, a su vez, al conseguirlo, se abre la posibilidad de servir de inspiración para los demás.