Fantástica School es una plataforma creada para que los adultos aprendan a conectar con sus emociones a través de la escritura. Su creador, el filósofo, publicista y escritor (entre sus obras más destacadas están ‘Taller de Storycoaching‘ y ‘101 Cuentos emocionantes’) Gabriel García de Oro nos propone a través de ella un desafío apasionante: dejar aflorar a ese niño interior que todos seguimos llevando dentro para recuperar nuestra capacidad de «maravillarnos, de creer, de crear y de crecer».
- ¿De qué manera nos puede ayudar a contar historias a crecer personalmente?
- Primero de todo, no se trata de contar historias sino de entender que estamos hechos de historias. Nos contamos el pasado en forma de historia (quién hemos sido), nos ubicamos en el presente en forma de historia (quién estamos siendo) y nos proyectamos al futuro en forma de historia (quién queremos ser). Es desde ahí que los relatos nos pueden ayudar en nuestro crecimiento personal. Porque si entendemos cómo funcionan las historias que funcionan podremos hacer funcionar la nuestra y que, de esta manera, nos acerque a ese final feliz que anhelamos. Para ello nos pueden ayudar esas técnicas que usan los cuentistas, novelistas, escritores para que sus historias sean dignas de llamarse así. Para que sus protagonistas avancen, crezcan, se transformen. Para no quedarse bloqueados. Para que todo tenga un sentido. ¡Qué bonito juego existe es castellano con sentido y destino! Exactamente las mismas letras, pero en distinto orden. Si las historias que nos contamos tienen sentido, nos acercarán a nuestro destino, uno que podemos diseñar y que nos sea propio; propicio. Esta es la premisa del libro de ‘Taller de Storycoaching, el poder de las historias al servicio de tu crecimiento personal’.
- Y, ¿de qué historias estamos hablando? ¿Sobre nosotros mismos? ¿Sobre lo que nos rodea? ¿Reales o ficticias?
- Nuestro universo personal tiene forma de universo narrativo. Pongamos un sencillo ejemplo: aquella vez que me enfadé con esa persona porque me puso mala cara. Esto es una historia que yo me cuento. Además, en ella, entiendo que tiene un problema personal conmigo, que ya le vale, yo no le he hecho nada, ¡será posible! Cada vez que rememoro esa situación me la cuento de esta manera y, entonces, me invade la emoción de la injusticia o el enfado, puede que incluso la ira. ¿Y si decido contarme otra historia? ¿Una más amplia? ¿Menos egocéntrica? Por ejemplo, que esa mala cara que yo interpreté que me había puesto esa persona, nada tiene que ver conmigo. Que a lo mejor está pasando por una temporada agria, puede que esté en problemas. En este caso, seguro, que las emociones que se desprenderán de esa narración ya no serán las mismas que hemos nombrado antes. Precisamente esta es otra de las grandes lecciones de las historias, la conexión emocional. Eso es lo que hacen los grandes cuentos… conectan con nuestras emociones y nos hacen sentir, vivir, amplían nuestra comprensión del mundo y de nuestras relaciones. Relato, relación, realidad. Así, sí, podemos aprender de las historias que nos han sucedido o de las inventadas por otras personas. Al final, el secreto está en esa frase de Novalis que da nombre y propósito a Fantastica School (fantasticaschool.com) sobre todo gracias al gran Rodari: «Si tuviésemos una Fantástica, como hay una Lógica, se habría descubierto el arte de inventar». Pues esta frase es la que empuja a Gianni Rodari a tratar de elaborar ‘esa Fantástica’, ese arte de crear mundos con palabras. Mundos imaginarios e imaginados, pero también deseados, futuros posibles.
- ¿Cómo puede ayudarnos a conectar con nuestro niño interior (si es que existe y es bueno reencontrarnos con él)?
- Bueno, ya que hemos hablado de uno de los maestros de la literatura infantil y juvenil como es Gianni Rodari; supongo que la respuesta es bastante clara. El arte de inventar, de maravillarnos, de creer y de crear… ¡y de crecer! Eso pertenece a los niños; es su naturaleza. Pero, cuidado, niños somos todos. Siempre pongo de ejemplo una anécdota algo tonta y, como todo eso «algo tonto», tal vez poderoso. Mi hijo, una vez me preguntó qué edad tenía yo y le respondí que nueve años. Él protestó. Y se quejó. A los niños les quiebra entender que un mayor mienta, ¿por qué será? Me dice que esto es imposible, pero yo le digo que no. Que tengo nueve. Y 10 y 12 y ¡hasta 34, si me lo propongo! Tengo todos los años que he ido cumpliendo, por eso los he cumplido, ¿no? Lo que significa que puedo volver a esos momentos. ¡Son míos! Y puedo reaprender cosas que aprendí. Saber cosas que en el fondo ya sé. Volver a usar aquello que me sirvió para llevarlas al hoy. Sí, ese niño existe si queremos que exista, si nos proponemos que nos enseñe y nos eduque un poquito… solo un poquito. A mí siempre me ha inspirado esa respuesta de Alejandro Jodorowsky cuando le preguntaron cómo debíamos educar a un hijo: deja que él te eduque a ti, respondió. Fantástico. Esa es la lección. Muchas veces le preguntamos a nuestro yo de ahora, al adulto, al mayor. Puede que si le preguntásemos al yo de nueve años, de cinco…
- ¿Por qué nos olvidamos del niño que fuimos? ¿Por pudor? ¿Por miedo al qué dirán?
- Las dedicatorias de los libros son una gran fuente de inspiración. Hay verdaderas joyas en esas frases que el autor no dirige a la posteridad sino a una persona en concreto. Una de esas joyas la encontré en C.S. Lewis, autor de ‘Las Crónicas de Narnia’, cuando le dice a Lucy: «Algún día serás lo bastante mayor para volver a leer cuentos de hadas». Ahí creo que está el problema, no solo de Lucy, sino un poquitín de todos. Porque crecemos y, al hacerlo, nos convencemos de que debemos dejar atrás el pasado y, con él, dejarnos a nosotros mismos olvidados. Se acabó ser curioso, creativo, asombrado, entusiasta… Somos mayores y, como tales, debemos comportarnos. Perdemos tantas cosas. Nos volvemos tan adultos. Sin embargo, tengo buenas noticias: podemos recuperar a ese niño o a esa niña y apostar por expresarnos, por acercarnos al mundo con ojos nuevos, con manos abiertas, con el corazón por estrenar. ¿Sabes por donde podemos empezar? Por volver a leer literatura infantil y juvenil. No sé por qué se piensa que la literatura infantil es solo para que la lean los niños. Eso es lo mismo que decir que el género policiaco es solo para policías. Absurdo. Hay tesoros que brillan con tanta intensidad, autores tan impresionantes. Volvamos a ellos. A Arnold Lobel, a Chris Van Allsburg, a Willian Steig, a Astrid Lindgren… Están ahí y pueden ayudarnos
- Contar historias tiene su arte. No todo el mundo vale. Y corres el riesgo de que te cataloguen de ‘batallitas’. ¿Cómo se hace bien? ¿Cuáles son las claves?
- Estoy absolutamente en desacuerdo con eso de que no todo el mundo vale para contar historias. No conozco ni a una sola persona que no haya contado, ni que sea una historia que haya interesado a alguien alguna vez. ¡Ni que sea una! ¡Que haya conectado emocionalmente con otra persona a través de sus palabras! ¡Una! El problema es que lo hacemos de manera inconsciente. Sin darnos cuenta de que ya sabemos. Y debemos darnos cuenta para poder contar. Entonces, podremos pensar, diseñar, preparar aquello que queramos contar para que conecte con el otro, para que salve la distancia que hay entre esa otra persona y yo mismo; distancia que voy a recorrer con una historia. ¿Cómo hacerlo? Bueno, eso te lo cuento en fantasticaschool.com y en el libro de ‘Storycoaching’. Pero, para abrir boca, conviene recordar que debemos tener clara esa estructura de la que ya nos hablaba Aristóteles hace tantos y tantos años: introducción, nudo y desenlace. También saber cuáles son las funciones específicas de cada parte y qué debe suceder en cada una de ellas para que la historia avance, para que interese al otro, para que tenga sentido y ahora ya sabemos lo que pasa con el sentido y con el destino.