La lectura forma parte de mi vida y aspiro a ser un buen lector, aunque tengo mis debilidades, ahora lo llaman placeres culpables, es decir, libros que disfruto, pero que no me atrevo a compartir en público, no sea que quede mal… Ya sabes. Todos tenemos ese tipo de placeres. En mi caso, me divierto mucho con la serie de Jack Reacher, escrita por Lee Child y en la que podemos seguir las peripecias de un exmilitar que se ve envuelto en todo tipo de casos de… Bueno, ya te imaginas. Reacher es un personaje muy tradicional. Fuerte. Alto. Contundente… Conecta más con estereotipos algo desgastados que con nuevas sensibilidades. Placer culpable de manual. De todos modos, si algo he aprendido de la lectura es que, como las personas, cualquiera puede ocultar una poderosa lección de vida. Esto es lo que me sucedió leyendo el primer libro de la serie, Zona Peligrosa, donde Reacher dice que uno debe elegir qué hacer con la presión. O te vuelves carbón o te conviertes en un diamante. Inspirador, ¿verdad?
La presión, las dificultades, los obstáculos, pueden ser nuestros aliados, porque son capaces de hacernos avanzar, de darnos el espacio para que demos lo mejor de nosotros; de salir de nuestras zonas confortables y adentrarnos, como dice el título del libro, en zonas peligrosas. Recordemos que peligro viene del latín periculum que significa, sí, riesgo, pero también prueba o tentativa. En nuestras zonas peligrosas están las pruebas que nos ponen a prueba, valga el juego de palabras. Es ahí, donde sentimos la presión, donde tenemos el espacio para descubrir herramientas, capacidades y recursos que ni sabíamos que habitaban en nosotros, pero ahí están. Son nuestros. Es con la presión que podremos avanzar y seguir con nuestra aventura para ser los diamantes que, en el fondo, somos. Los diamantes se encuentran en las profundidades, no lo olvidemos. Debemos bajar a ellas para ver encontrarnos con su brillo. Obviamente, existen maneras para soportar esa presión, para que no nos derrumbe. Por ejemplo, la meditación, la respiración consciente y poner todo lo que esté en nuestra mano (y en nuestro corazón) para afrontar ese reto. Si es así, seguro que sea cual sea el resultado, extraeremos aprendizajes de gran valor para seguir avanzando en nuestro camino. Eso ya es un tesoro, uno lleno de diamantes.